miércoles, 25 de mayo de 2011

Referencias históricas del Laboratorio de Bioquímica:


Referencias históricas del Laboratorio de Bioquímica:
Desde antiguo, el ser humano siempre ha querido conocer sus orígenes. En este orden de cosas, esta curiosidad congénita ha llevado, a lo largo de los siglos, a cuestionar seriamente los principios inmutables que, en el pasado, fueron considerados como los grandes arcanos de la antigüedad. Desde diversos puntos de vista la religión, la filosofía, la ciencia) el ser humano ha intentado responder a la pregunta primigenia: el origen de la vida. La Química orgánica o Bioquímica, y dentro de ella la Bioquímica Clínica, es la disciplina que más se acerca a proporcionar respuestas fidedignas a estas cuestiones, ya que tanto la genética como la biología molecular, que son sin duda unas de las ventanas más importantes que nos permiten explorar en la actualidad para conocer el origen de la vida, beben directamente de sus fuentes.
La bioquímica clínica estudia los aspectos químicos de la vida humana, en la salud y en la enfermedad y comprende el estudio de los procesos metabólicos en relación con los cambios fisiológicos y patológicos, y aquellos que pudieren ser inducidos por maniobras terapéuticas.
El primer fluido orgánico analizado del que se tienen referencias fue la orina por motivos obvios: por su fácil obtención y por existir la posibilidad de conseguir grandes cantidades sin molestias para el paciente. El color de la orina se empleaba como método diagnóstico en Babilonia, Egipto y la India. Hipócrates, 400 años a.C., señaló la importancia del estudio detallado de la orina (análisis por los sentidos), describiendo el análisis de su consistencia, color y sedimento. Este método hipocrático se mezcló, durante la Edad Media, con aspectos "mágicos", que dieron lugar a la uromancia, que preconizaba la existencia de un tipo determinado de orina para cada enfermedad. Estos "analistas" ni siquiera examinaban a sus pacientes, haciéndose llamar los "profetas del pis". Probar el sabor de la orina fue también la primera prueba diagnóstica de la diabetes.
Fuera de aspectos más relacionados con la alquimia y los métodos herméticos, la primera prueba química diagnóstica fue descrita por Richard Bright en 1827, que demostró la presencia de proteínas en la orina de algunos pacientes con hidropesía. La prueba se realizaba calentando la orina, con lo que las proteínas floculaban. Poco tiempo después se desarrollaron otros métodos y pruebas para detectar los constituyentes de la orina.
La sangre comenzó a ser estudiada a mediados del siglo XIX, y las primeras muestras procedían de las sangrías terapéuticas. No obstante, estas primeras determinaciones requerían gran cantidad de sangre. Como ejemplo, Rees, en el Reino Unido, demostró la presencia de glucosa en la sangre de un diabético a partir de 360mL de muestra. Para ello realizó diversas extracciones y evaporaciones, aislando los cristales de glucosa. No se informó del estado del paciente tras la prueba diagnóstica. De modo similar Garrod aisló cristales de urato sódico de un paciente con gota, en 1848.
Es a finales del siglo XIX cuando empiezan a desarrollarse métodos más o menos rutinarios para fines diagnósticos; así, en los laboratorios de los mejores hospitales de la época era posible determinar la hemoglobina, los recuentos celulares sanguíneos de serie roja y serie blanca, el examen microscópico de frotis (incluyendo recuento de plaquetas) y en la orina, se podían determinar densidad, proteínas, glucosa, hemoglobina, bilirrubina y sedimento.
El gran espaldarazo para el laboratorio de bioquímica clínica se recibe durante los primeros años del siglo XX, con el descubrimiento de los primeros métodos colorimétricos, que permitían utilizar muestras relativamente pequeñas de sangre, y con la extensión del uso de la jeringa hipodérmica para obtener las muestras.
Así, se puede observar como en 1910 Wohlgemuth describe un método para la determinación de la amilasa en sangre y orina y en 1911 Roña y Michaelis hicieron lo propio para determinar la lipasa en sangre. A lo largo de la década de los 30 varios investigadores describieron la presencia de fosfatasa alcalina elevada en el suero de determinado tipo de pacientes (ictericia obstructiva, enfermedades óseas). En 1935 Warburg descubre las enzimas que transfieren hidrógeno y la función de las coenzimas correspondientes, creando la denominada prueba óptica, que se basa en la medición de la absorbancia a 340 nanometros (nm) de longitud de onda de las formas reducidas de las coenzimas NADH y NADHP.
El siguiente salto cualitativo se produce a finales de los años 50, con el inicio de la automatización de los laboratorios. Ello permitió atender a un número de pacientes cada vez mayor, derivado de una mayor demanda por parte de los clínicos, y controlar mejor todos los procesos empleados en el análisis bioquímico, comenzando la estandarización metodológica y de procesos, aumentando por lo tanto la calidad. Estos dos últimos aspectos se desarrollaron definitivamente durante la década siguiente, con la incorporación de los kits de reactivos a los laboratorios, proporcionados por la industria.
En cuanto a los reactivos, hay que señalar dos importantes hitos. El primero, el uso de enzimas como reactivos, lo que causó una simplificación de los análisis en términos técnicos y de manipulación, aumentando la seguridad de los operadores. Una de las primeras enzimas empleadas fue la glucosa-oxidasa. El segundo, el uso de anticuerpos, a partir de los descubrimientos de Yalow y Berson en 1959. Estos dos científicos midieron con un método de radioinmunoanálisis la insulina en suero. A estos métodos que empleaban reactivos radiactivos les siguieron gran número de sustancias menos peligrosas, como enzimas y compuestos fluorescentes, hasta el descubrimiento por Kohler y Mildstein de los anticuerpos monoclonales en 1975.
El devenir de los años ha convertido al antiguo laboratorio, un lugar modesto que apoyaba discretamente al diagnóstico y la evolución de los pacientes, en un centro neurálgico en los hospitales de la actualidad, todo ello aderezado con la pujanza económica que ha obtenido la industria relacionada con ellos.
En la actualidad, el incremento desmedido de las pruebas de laboratorio ha causado la creación de grandes centros de análisis, gestionados por potentes aplicaciones informáticas, altamente robotizados, que tienen por objetivo optimizar y conseguir que tanto los medios como el personal disponible sean más operativos.

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